Saber entender y tratar a los niños con mucho amor y cariño es la mejor manera de prevenir el estrés infantil, pues este es un factor de riesgo asociado a la depresión que puede contribuir a que, en el futuro, el menor desarrolle o adquiera una personalidad disocial; así lo precisó Claudia Carranza Berríos, egresada vallejiana y directora del Centro de Psicología y Neurofelicidad “Maktub”.
“El estrés no solo puede llegar a perjudicar el aprendizaje o conducta del menor, sino también su salud en general. Es decir, retrasará su normal crecimiento, pues sus células que deberían regenerarse y luego multiplicarse simplemente no lo harán; y cuando el menor duerma su cerebro no va a poder consolidar o procesar la información de todo lo que aprendió durante el día”, indicó la psicóloga.
La especialista recomendó a los padres de familia brindar a sus hijos el tiempo y espacio necesario para que puedan jugar y no sobrecargarlos con actividades, pues a través del juego los niños aprenderán fácilmente sobre cualquier tema.
Pero, ¿cuáles son las principales causas del estrés infantil? Claudia Carranza lo explica de la siguiente manera: Carencia de afecto, exceso de actividades, ambientes negativos y falta de autoridad en el hogar.
En el primer caso, el afecto se percibe de tres maneras: física, auditiva y visual. Si el niño no es acariciado, abrazado, o no lo toman de la mano y no escucha palabras de aliento como, por ejemplo, “eres maravilloso”, “estoy orgulloso de ti”, el niño sencillamente sentirá que no es aceptado.
Del mismo modo, el exceso de actividades no solo generará ansiedad en los menores, también elimina toda clase de motivación haciendo que su cuerpo entre en modo defensa, es decir su sistema nervioso parasimpático, encargado de estimular la producción de enzimas (proteínas), se apagará, activando el simpático y generando situaciones de temor, ira, vergüenza o lucha.
Luego tenemos los entornos negativos o familias disfuncionales. Se llaman precisamente así porque no existe la función parental, de seguridad, de afecto y protección. Por último, la falta de autoridad en el hogar también es contraproducente. Si a un niño no le enseñamos reglas o normas de convivencia se volverá intolerante al poder no obtener lo que desea.
“Si yo quiero tener un niño sin estrés, un ser humano positivo, tengo que permitirle a mi hijo vivir una infancia saludable y feliz; es decir, con relaciones armónicas, con espacios para disfrutar del arte, la música, pero sobre todo del juego, pues las actividades de descubrimiento y exploración no solo propician el aprendizaje de manera natural, sino también le permiten al menor adquirir una serie de habilidades que enriquecerán su desarrollo cognitivo y de comunicación”, enfatizó, Claudia Carranza.
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